lunes, 23 de febrero de 2009

HISTORIETAS
Perdiese, la herradura
Por falta de un clavo.
Y al perderse la herradura
Perdiose el caballo.
No paro en esto.
Que al perderse el caballo
Perdiose el caballero.
¡Cuanta desgracia!
En pos de si acarrea
Una pequeña falta.

DON GATO MARRAMAMIAU

Estaba el señor don gato
Sentadito en su tejado
Marramamiau.. miau.. miau
Sentadito en su tejado.
Y le vino la noticia
Si quería ser casado
Marramamiau.. miau.. miau
Si quería ser casado.
Con una gatita blanca
Sobrina de un gato pardo
Marramamiau.. miau.. miau
Sobrina de un gato pardo.
Y el gato por ir a verla
Se ha caído del tejado
Marramamiau.. miau.. miau
Se ha caído del tejado.
Se ha roto siete costillas
El espinazo y el rabo
Marramamiau..miau.. miau
El espinazo y el rabo.
Ya lo llevan a enterrar
Por la calle del pescado
Marramamiau.. miau.. miau
Por la calle del pescado.
Y al olor de las sardinas
El gato a resucitado
Marramamiau.. miau.. miau
El gato a resucitado.
Por eso dicen los hombres
Siete vidas tiene un gato
Marramamiau.. miau.. miau
Siete vidas tiene un gato.
EL NIÑO GOLOSO
Un niño goloso
A la par que imprudente
De dulce, una fuente
Entera comió.
Recibe la gula
El justo escarmiento
Y el niño al momento
Enfermo cayó.
El médico al punto
De tanta dolencia
La causa y esencia
Llego a penetrar.
El doctor dispone
Amarga bebida
El plan que la vida
Al niño a de dar

EL LABRADOR
Un labrador mentecato
Ahorrador empedernido
Por comprar jamón barato
Lo compró medio podrido.
Produjo una indigestión
Y entre botica y Galeno
Gastó más el mentecato
Que si compra jamón bueno

MAMBRU
Mambrú se fue a la guerra
Que dolor, que dolor, que pena
Mambrú se fue a la guerra
No se cuando vendrá.
DO.. RE.. MI. DO.. RE.. FA.
No se cuando vendrá.
Si vendrá para la Pascua
Mire usted, mire usted que pascua
Si vendrá para la pascua
O para la Trinidad
DO.. RE.. MI. DO..RE.. FA
O para la Trinidad.
La Trinidad se pasa
Mire usted, mire usted que pasa
La Trinidad se pasa
Mambrú no viene ya
DO.. RE.. MI. DO.. RE.. FA.
Mambrú no viene ya.
Por allá viene un paje
Mire usted, mire usted que traje.
Por allá viene un paje
Que noticias traerá
DO.. RE.. MI. DO.. RE.. FA
Que noticias traerá.
Las noticias que traigo
Mire usted, mire usted que traigo.
Las noticias que traigo
Dan ganas de llorar
DO.. RE.. MI.DO..RE..FA.
Dan ganas de llorar
Pués Mambrú ya se ha muerto
Mire usted, mire usted que ha muerto.
Pues Mambrú ya se ha muerto
Mambrú no viene ya
DO.. RE.. MI. DO.. RE.. FA.
MAMBRU NO VIENE YA.

ADIVINANZA

Estaba dos patas, sentado en tres patas, comiendo una pata, vino cuatro patas y le arrebato la pata.
Se levantó dos patas, y cogiendo a tres patas, se lo tiró a cuatro patas, y recupero la pata.
Solución: Estaba el hombre, sentado en un taburete, comiendo una pata de.. Vino el gato y le arrebato la pata de.. Se levanto el hombre, y cogiendo el taburete, se lo tiró al gato, y con él le dio, y la pata recuperó

VERSIÓN MODERNA DE CAPERU

En un pueblo llamado Bezas, de la provincia de Teruel. (Aunque suene extraño Teruel existe). Hay una laguna a unos cuatro kilómetros del pueblo. Y a unos mil quinientos metros, o quizás algo mas, (de la laguna se entiende) existe un caserío llamado las casillas. En este caserío vivía una señora muy mayor que con su nieta y algunos animalillos del bosque van a ser los protagonistas de nuestro cuento.
Bien. Ahora que ya estamos preparados, y situados en el lugar donde se van a producir los acontecimientos, solo nos resta decir que esta historia, real o ficticia, se produjo en la década de los cincuenta, Tampoco quiero especificar el siglo porque pudo suceder en cualquier época.

Una mañana del mes de diciembre al amanecer los vecinos de Bezas contemplaban con asombro la alfombra blanca que rodeaba al lugar.¡Dios mío! Dijo mamá G.S.M.
La abuela. La abuela no tendrá que comer, ni mantas con que librarse de el frío. Y acto seguido llamo a Felisa. ¡Felisa! Levante deprisa y ponte bien la camisa.
Pero madre estas de guasa. ¿Puedes decirme que pasa?
¡Que te levantes te digo. ¡Y ponte ropa de abrigo!
Felisa sin mas demora, aunque aun no era la hora (del colegio) se levanto sin pereza, las manos en la cabeza. ¿Qué quieres madre a estas horas? Y ¿Qué hacen estas señoras? ¡Mira!. Mira cuanta nieve y la abuelita está sola.
¿Y por eso te preocupas? Pues deja de preocuparte. La abuela sabe cuidarse.
Pero alma mía. No ves que con este día, no puede salir de casa.
Eso es lo que tu crees. ¡Seguro se fue de caza!
Es igual. No reproches y obedece lo que yo voy a ordenarte.
¡No lo dudes madrecita, porque yo estoy de tu parte.
La abuela, se encuentra sola, en el triste caserío. Y puede que tenga frío. Por eso sin mas demora, coge esa cesta ahora, y llévasela a la abuela. Ahí le mando unas nueces, con un tarrico de miel, una manta, una bufanda, y hasta unos guantes de piel.
Madre mía.¡Vaya día! Lo que voy a disfrutar. Prepárame el desayuno, eso es lo mas oportuno, la cara me voy a lavar. Y en menos de diez minutos estaré lista, mamá.
Dicho y hecho. Es un hecho, no lo puedo reprochar. ¡Como corres cuando quieres! Cuando no, con nada tu te entretienes, y a mi me haces cabrear.
¡Vale!. Ahora no te cabrees, y dame la cesta ya.
Ven. ¡Que vengas aquí te digo! Y tápate ese ombligo, que te vas a congelar, ponte estas botas de cuero, y quítate ese sombrero. Ponte este pañuelo rojo, que destacara en la nieve, si te pierdes, vuelve a casa, y no lo tomes a guasa. ¡Vuélvete sobre tus huellas! Que a casa te volverán.
Vale madre que manía. ¿Porqué me voy a perder? E ido una y mil veces. El camino bien lo sé.
Pero hoy es diferente, porque en el campo no hay gente, y el camino no se ve.
Así salió la Felisa. Corriendo con mucha prisa, y a la abuela visitar. Pasando el puente del molino, ya vio que no era tan fácil. El camino no veía. ¡Aquí acabo mi alegría! Pero ella no se rindió y adelante continuó. La verdad no era difícil, seguir la senda hasta el bosque. Lo difícil viene ahora. En el bosque, entre las matas, que no se ve ni una rata, y el camino esta borrado, aquí es fácil perderse. ¡Que miedo que estoy pasando! Más lo voy disimulando. Vaya, e visto a un animal. No creo que sea un lobo, tampoco un pájaro bobo. Está en aquel matorral.¡Sal de ahí porque te he visto! . Y no te pases de listo. ¿Qué me quieres asustar?
No. De ninguna manera. Dijo el animal que fuera, detrás de aquel matorral. No te había conocido. Tengo hambre y tengo frío, y estoy metido en un lío. Mejor un berenjenal. No se volver a mi casa. ¿Qué más me puede pasar?
Sal, que te vea la cara, y será mas fácil hablar.
¡Vaya!. Si es el lobo Pepíto. ¿Qué le pasó a tu rabito?
Que tengo frío. Eso es todo
No lo digas de ese modo y deja ya de temblar. ¡Ven aquí vamos a hablar!
Mira voy a ver a mi abuela. ¡Por eso no fui a la escuela. Hoy no he ido a estudiar.
Yo tampoco dijo el lobo. Ya sé que yo soy un bobo, pero. ¿Para que estudiar?
Para no ser ignorante. Para seguir adelante, sin detenerse jamás.
Que hacemos aquí parados? Sigamos pues adelante sin perder un solo instante.
Pues vamos a ver a mi abuela, que prepare una cazuela, de sopas, leche y cereal, y después nos tomaremos el postre que va en la cesta.
No puedo subir la cuesta. ¿No me puedes ayudar?
Está bien. Dame la mano.
Oye con tu buen olfato, podrás oler el camino?
Pues claro! . Y hasta adivino lo que tú, en la cesta llevas.
No me digas? No son brevas.
Lo sé. Son nueces con miel, y también una cañada. ¡Casi nada!
Oye. ¡Es que huele tan bien! Eso es lo que no entiendo. Con el hambre que yo tengo ¿Porqué habremos de esperar? . ¡Es que huele que alimenta!
¡Oye! Camina o revienta. O te tendrás que esperar.
¡Vale! ¡Vale! No te alteres. Por mi no te desesperes, porque aún yo puedo esperar.
¿Cuánto falta todavía?
Para ¿qué? Di, vida mía
Para casa de la abuela.
Seiscientos cincuenta metros, o quizás un poco mas.
Venga que esto está chupado, pero pásate a este lado, y la cesta sobre el lomo llevaras.
No lo hagas que me desplomo, hace tiempo que no como, las fuerzas ya me abandonan. Tengo ganas de llegar.
También yo. Vamos deprisa.
No corras tanto Felisa, que no te puedo seguir, y me empieza a dar la risa.
¿Es que te ríes de mí?
Nada de eso. Es que estoy oliendo un hueso. ¡OH! Cielos. Para un momento, porque esto no está en el cuento.
¿De que me hablas Pepito?
Que pares un momentito, porque tu abuela está ahí.
Y allí esta la abuela, con un gorro en la cabeza, con la escopeta al hombro y una liebre en el morral.
¿A dónde va esta pareja? Dijo enseguida la vieja.
Vamos a verte abuelita. Vamonos a tu casita.
Queremos desayunar.
Los tres se fueron felices, a casa de la abuelita. Allí comieron, bebieron y bailaron.
Y así el cuento acabaron
MENTIRAS
Ahora que vamos despacio
Vamos a contar mentiras
Tralara. Vamos a contar mentiras
Por el mar corren las liebres
Por el monte las sardinas
Tralara. Por el monte las sardinas.
Me encontré con un ciruelo
Pretecito de manzanas
Tralara. Pretecito de manzanas
Comencé a tirarle piedras
Y caían avellanas
Tralara. Y caían avellanas
Pero al ruido de las nueces
Salió un hombre del peral
Tralara. Salió un hombre del peral
Chiquillo no tires piedras
Chiquillo no tires piedras
Que no es mío el melonar
Tralara. Que no es mío el melonar
Que es de una pobre señora
Que es de una pobre señora
Que habita en el Escorial
Tralara. Que habita en el Escorial.

Burro
El profesor Gaspar Cuervo.
Que gramática enseñaba.
A un niño le preguntaba.
Si la voz burro, era verbo.

El niño así contestaba.
Según lo que yo discurro.
Verbo es burro, Don Gaspar.
Pues se puede conjugar.
Yo, burro por contestar.
Tu, burro por preguntar.
Y.. El burro por escuchar.

LOS DIEZ PERRITOS

Yo tenía diez perritos
Uno no come ni bebe
Se murió. Me quedan nueve.
De los nueve que me quedan
Otro murió de tanto comer bizcocho
Ya solo me quedan ocho.
De los ocho que me quedan
Se marcho uno Albacete
Ya solo me quedan siete.
De los siete que me quedan
Le di uno a Moisés
Ya solo me quedan seis
De los seis que me quedaban
Otro se mató de un brinco
Ya solo me quedan cinco

De los cinco que quedaban
Se llevó uno Torcuato
Ya solo me quedan cuatro
De los cuatro que me quedan
Le regale otro a Andrés
Ya solo me quedan tres
Y de los tres que me quedan
Uno se marchó con Dios.
Por eso me quedan dos
Y de los dos que me quedan
Uno se marcho con Bruno
Ya solo me queda uno.
Y el perro que me quedaba
Se me escapó por un cerro.
Y yo me quedé sin perros
¡Auxilio guardias que yo me muero!
¡Ay! ¡Ay! Me quedé sin perros.
Y porqué no llaman a los bomberos
¡Ay! ¡Ay! Me quedé sin perros

TRECE DE junio de 2003

Hoy ha nacido Aina Redondo Castellá, o Aina Castellá Redondo. Es lo mismo. ¡Que más da! Ella es la protagonista, es muy guapa y es muy lista. ¿Habéis cogido la pista? ¡Mi primera nieta es y será! Y como seré su abuelo, yo la subiré hasta el cielo. Y del cielo la bajaré. Es muy maja, y muy morena. Por ella no siento pena, ella es.. Solo un bebé. Más no es un bebé cualquiera, o dicho de otra manera. ¡Es un especial bebé! ¡ES MI NIETA!
Tiene una mata de pelo. Que el crecer no le ha hecho duelo, negrito, como una mora. Ya era hora de verte el pelo. ¿Cuántos días de demora? ¡Y que largos se me han hecho! Ahora ya estás aquí. Es un hecho. Que tu madre te de el pecho, y tu padre mil consejos. Yo puedo darte experiencia. Como, viejo. Poco más te podré dar. Mas cuando pase algún tiempo, a pasear nos iremos. ¡Qué bien que lo pasaremos! Jugaremos con la arena, haremos tortas de barro, y haremos mucho el guarro. Después ya nos lavaremos, comeremos y a dormir. Y después de echar la siesta volveremos a salir. Un paseo por la calle.. A nadie le viene mal.
Eso es todo. Ahora todo ha cambiado, y ya nada será igual. Aunque eso ya lo veremos cuando llegue el carnaval.
El yayo José

La loba parda

Estando yo en la mí choza
Pintando la mi cayada
Las cabrillas altas iban
La luna ya... Rebajada.
Mal barruntan las ovejas
No paran en la majada.
Vide venir siete lobos
Por una oscura cañada
Venían echando a suerte
Cual entrara en la majada.
Le tocó a una loba vieja
Patituerta cana y parda
Que tenía los colmillos
Como puntas de navaja.
Dio tres vueltas al redil
Y no pudo sacar nada
Y a la otra vuelta que dio
Sacó la borrega blanca
Hija de la oveja chuera
Nieta de la orejisana
La que tenían mis amos
Para el domingo de pascua.
Aquí mis siete cachorros
Aquí perra trujillana
Aquí perro de los hierros
A correr la loba parda
Si me cobráis la borrega
Cenareis leche y hogaza
Y si no me la cobráis
Cenareis de mi cayada.
Los perros tras de la loba
Las uñas se esmigajaban
La corrieron siete leguas
Por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito
La loba ya va cansada...
Tomar perros la borrega
Sana y buena, como estaba
No queremos la borrega
De tu boca alobadada
Que queremos tu pelleja
PA el pastor una zamarra
La cabeza.. PA zurrón
Para meter las cucharas
La cola para agujetas
Para atacarse las bragas
Y las tripas PA vihuelas
Para que bailen las damas
Redondo
COSAS CHOCANTES

Es curioso como pasan las cosas. Tenemos la justicia en huelga. ¿Pidiendo justicia?

De todos es sabido que si un colectivo decide ir a la huelga no es por un capricho, sino por alguna reivindicación. Tenemos los juzgados con colas de dos o tres años de retraso. Seamos consecuentes. Si en los juzgados se amontona la faena puede ser que falte personal, y habiendo tanto paro no tiene sentido que se tenga la faena amontonada, se dobla la cantidad de jueces con todo el personal necesario y creo que será un problema solucionado.

Otro problema es el sanitario, colas de dos o tres años para una intervención quirúrgica. Si hay que doblar el personal sanitario, pues se dobla, si hay mucha gente en el paro, y no tener que esperar tres años a que te llamen para operarte y un mes antes de llamarte te has muerto de agotamiento de la paciencia.

Las calles están sucias, que pasa que no hay bastantes barrenderos, jardineros maquinistas…etc. Pues se doblan los efectivos de limpieza y problema solucionado. Y si no se triplican el número de perros para que manchen las calles, lo importante es el empleo.

Que los montes se queman porque no hay un Dios que limpie el monte, y es tanta la maleza que ni se puede salir al monte y un solo vidrio puede causar una catástrofe. Pues se ponen brigadas de hombres y mujeres que limpien el mote, así reduciremos el paro.

Cuando ya no tengamos paro. ¿Podremos comer todos los que trabajamos? Si bien es cierto que habrá un buen número trabajando para crear riqueza, los avaros ¿tendrán suficiente para calmar su avaricia? ¿Qué sueldos pagaremos a los que trabajan? Y ¿A los que no trabajan? ¿A que precio dejaremos las pensiones? ¿Cuánto permitiremos ganar a los bancos? Y ¿Cuánto a las cajas de Ahorros?

Todo esto creo que puede llegar. Gente cobrando cien millones mensuales, tan solo por robar que es su oficio. Y un currante colgado de un andamio ocho horas diarias con un sol de justicia es justo que cobre para comer porque sino al día siguiente no volverá.

ESTAMOS EN CAMPAÑA ELECTORAL. (PAIS VASCO Y GALICIA) Aquí es donde los políticos se dejan la garganta pidiendo igualdad, justicia, y no se cuantas cosas más. Al día siguiente de las elecciones se doblan le sueldo ellos mismos sin consultar con nadie y también sin consultar con nadie congelan los sueldos de los que trabajan, y no se te ocurra decir que eso no está bien porque ellos han sido elegidos por el pueblo, y tienen potestad para eso y mucho más, hasta meterte a la cárcel si les sigues molestando.

A propósito de cárcel, alguien quiere hacer referéndum para establecer cárcel de por vida. Me gustaría recordar que es peor enterrar las personas vivas que matarlas antes de enterrarlas. Meter una persona en la cárcel y para siempre es lo mismo que enterrarla viva, y peor que condenarla a muerte.

Hay pocos países que aún tengan vigente la pena de muerte, pero aún queda alguno y son criticados por el resto de la humanidad por lo inhumano que resulta ser la pena de muerte.

Si bien es cierto que es una pena que haya gentuza capaz de hacer semejantes barbaridades, no podemos comportarnos igual o en este caso peor que ellos.

Si hay un dictador que no permite que nadie le lleve la contraria, en vez de cogerlo a el y darle un escarmiento. No. Bombardeamos el pueblo con sus habitantes dentro, colegios, hospitales, cementerios…etc. Para algo somos democráticos. Nos pasamos la opinión del pueblo por el forro, y cuando vengan las venganzas de los trenes decimos que han sido los de la ETA.

Lunes, 23 de febrero de 2009

martes, 17 de febrero de 2009

Volver
Romance de la condesita
Grandes guerras se publican en la tierra y en el mar, y al conde Flores le nombran por capitán general. Lloraba la condesita, no se puede consolar; acaban de ser casados, y se tienen que apartar: —¿Cuántos días, cuántos meses, piensas estar por allá? —Deja los meses, condesa, por años debes contar; si a los tres años no vuelvo, viuda te puedes llamar.
Pasan los tres y los cuatro, nuevas del conde no hay; ojos de la condesita no cesaban de llorar. Un día estando a la mesa, su padre le empieza a hablar: —Cartas del conde no llegan, nueva vida tomarás; condes y duques te piden, te debes, hija, casar. —Carta en mi corazón tengo que don Flores vivo está. No lo quiera Dios del cielo que yo me vuelva a casar. Dame licencia, mi padre, para ir el Conde a buscar. —La licencia tienes, hija, mi bendición además.
Se retiró a su aposento llora que te llorarás; se quitó medias de seda, de lana las fue a calzar; dejó zapatos de raso, los puso de cordobán; un brial de seda verde, que valía una ciudad, y encima del brial puso un hábito de sayal; esportilla de romera sobre el hombro se echó atrás; cogió el bordón en la mano, y se fue a peregrinar.
Anduvo siete reinados, morería y cristiandad; anduvo por mar y tierra, no pudo al conde encontrar; que ya no puede andar más. Subió a un puerto, miró al valle, un castillo vio asomar: —Si aquel castillo es de moros, allí me cautivarán; mas si es de buenos cristianos, ellos me han de remediar. Y bajando unos pinares, gran vacada fue a encontrar: —Vaquerito, vaquerito, te quería preguntar ¿de quién llevas tantas vacas todas de un hierro y señal? —Del conde Flores, romera, que en aquel castillo está. —Vaquerito, vaquerito, más te quiero preguntar del conde Flores tu amo, ¿cómo vive por acá? —De la guerra llegó rico; mañana se va a casar, ya están muertas las gallinas y están amasando el pan, muchas gentes convidadas, de lejos llegando van. —Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, por el camino más corto me has de encaminar allá.
Jornada de todo un día, en medio la hubo de andar; llegada frente al castillo, con don Flores fue a encontrar, y arriba vio estar la novia en un alto ventanal.
—Dame limosna, buen conde, por Dios y su caridad. —¡Oh, qué ojos de romera en mi vida lo vi tal! —Sí los habrás visto, conde, si en Sevilla estado has. —La romera ¿es de Sevilla? ¿Qué se cuenta por allá? —Del conde Flores, señor, poco bien y mucho mal. Echó la mano al bolsillo, un real de plata la da. —Para tan grande señor, poca limosna es un real. —Pues pida la romerica, que lo que pida tendrá. —Yo pido ese anillo de oro que en tu dedo chico está. Abrióse de arriba abajo el hábito de sayal: —¿No me conoces, buen conde? Mira si conocerás el brial de seda verde que me diste al desposar. Al mirarla en aquel traje cayóse el conde hacia atrás. Ni con agua ni con vino no lo pueden recordar, si no con palabras dulces que la romera le da. La novia bajó llorando al ver al conde mortal; y abrazado a la romera se lo ha venido a encontrar. —Malas mañas sacas, conde, no las podrás olvidar; que en viendo una buena moza, luego la vas a abrazar. Mal haya, la romerica quién te trajo para acá. —No la maldiga ninguno que es mi mujer natural. Con ella vuelvo a mi tierra; adiós, señores, quedad; quédese con Dios la novia, vestidica y sin casar que los amores primeros son muy malos de olvidar.

sábado, 14 de febrero de 2009

A buen juez mejor testigo"
Autor: José Zorilla

I
Entre pardos nubarronespasando la blanca luna,con resplandor fugitivo,la baja tierra no alumbra.La brisa con frescas alasjuguetona no murmura,y las veletas no giranentre la cruz y la cúpula.Tal vez un pálido rayola opaca atmósfera cruza,y unas en otras las sombrasconfundidas se dibujan.Las almenas de las torresun momento se columbran,como lanzas de soldadosapostados en la altura.Reverberan los cristalesla trémula llama turbia,y un instante entre las rocasriela la fuente oculta.Los álamos de la Vegaparecen en la espesurade fantasmas apiñadosmedrosa y gigante turba;y alguna vez desprendidagotea pesada lluvia,que no despierta a quien duerme,ni a quien medita importuna.Yace Toledo en el sueñoentre las sombras confusa,y el Tajo a sus pies pasandocon pardas ondas lo arrulla.El monótono murmullosonar perdido se escucha,cual si por las hondas calleshirviera del mar la espuma.¡Qué dulce es dormir en calmacuando a lo lejos susurranlos álamos que se mecen,las aguas que se derrumban!Se sueñan bellos fantasmasque el sueño del triste endulzan,y en tanto que sueña el triste,no le aqueja su amargura.Tan en calma y tan sombríacomo la noche que enlutala esquina en que desembocauna callejuela oculta,se ve de un hombre que guardala vigilante figura,y tan a la sombra velaque entre las sombras se ofusca.Frente por frente a sus ojosun balcón a poca alturadeja escapar por los vidriosla luz que dentro le alumbra;mas ni en el claro aposento,ni en la callejuela oscurael silencio de la nocherumor sospechoso turba.Pasó así tan largo tiempo,que pudiera haberse dudade si es hombre, o solamentementida ilusión nocturna;pero es hombre, y bien se ve,porque con planta segura,ganando el centro a la calle,resuelto y audaz pregunta:"¿Quién va?", y a corta distanciael igual compás se escuchade un caballo que sacudelas sonoras herraduras."¿Quién va?", repite, y cercanaotra voz menos robustaresponde: "Un hidalgo, ¡calle!"Y el paso el bulto apresura,"Téngase el hidalgo", el hombrereplica, y la espada empuña."Ved más bien si me haréis calle,repitieron con mesura,que hasta hoy a nadie se tuvoIván de Vargas y Acuña.""Pase el Acuña y perdone",dijo el mozo en faz de fuga,pues, teniéndose el embozo,sopla un silbato y se oculta.Paró el jinete a una puerta,y con precaución difusasalió una niña al balcónque llama interior alumbra."¡Mi padre!", clamó en voz baja,y el viejo en la cerradurametió la llave pidiendoa sus gentes que le acudan.Un negro por ambas bridas,tomó la cabalgadura,cerróse detrás la puertay quedó la calle muda.En esto desde el balcón,como quien tal acostumbra,un mancebo por las rejasde la calle se asegura.Asió el brazo al que apostadohizo cara a Iván de Acuña,y huyeron en el embozovelando la catadura.II
Clara, apacible y serenapasa la siguiente tarde,y el sol tocando su ocasoapaga su luz gigante;se ve la imperial Toledodorada por los rematescomo una ciudad de granacoronada de cristales.El Tajo por entre rocassus anchos cimientos lame,dibujando en las arenaslas ondas con que las bate.Y la ciudad se retrataen las ondas desiguales,como en prendas de que el ríotan afanoso la bañe.A lo lejos en la Vegatiende galán por sus márgenes,de sus álamos y huertosel pintoresco ropaje;y porque su altiva galamás a los ojos halague,la salpica con escombrosde castillos y de alcázares.Un recuerdo en cada piedraque toda una historia vale,cada colina un secretode príncipes o galanes.Aquí se bañó la hermosapor quien dejó un rey culpableamor, fama, reino y vidaen manos de musulmanes.Allí recibió Galianaa su receloso amante,en esa cuesta que entoncesera un plantel de azahares.Allá por aquella torreque hicieron puerta los árabes,subió el Cid sobre Babiecacon su gente y su estandarte.Más lejos se ve el castillode San Servando, o Cervantes,donde nada se hizo nuncay nada al presente se hace.A este lado está la almenapor do sacó vigilanteel conde don Peranzulesal rey, que supo una tardefingir tan tenaz modorra,que, político y constante,tuvo siempre el brazo quedolas palmas al horadarle.Allí está el circo romano,gran cifra de un pueblo grande,y aquí la antigua basílicade bizantinos pilares,que oyó en el primer conciliolas palabras de los Padresque velaron por la Iglesiaperseguida o vacilante.La sombra en este momentotiende sus turbios cendalespor todas esas memoriasde las pasadas edades;y del Cambrón y Bisagralos caminos desiguales,camino a los toledanoshacia las murallas abren.Los labradores se acercanal fuego de sus hogares,cargados con sus aperos,cargados con sus afanes.Los ricos y sedentariosse tornan con paso grave,calado el ancho sombrero,abrochados los gabanes;y los clérigos y monjesy los prelados y abades,sacudiendo el leve polvode capelos y sayales.Quédase sólo un mancebode impetuosos ademanes,que se pasea ocultandoentre la capa el semblante.Los que pasan le contemplancon decisión de evitarle,y él contempla a los que pasancomo si a alguien aguardaseLos tímidos aceleranlos pasos al divisarle,cual temiendo de seguroque les proponga un combate;y los valientes le mirancual si sintieran dejarlesin que libres sus estoquesen riña sonora dancen.Una mujer, también sola,se viene el llano adelante,la luz del rostro escondidaen tocas y tafetanes.Mas en lo leve del pasoy en lo flexible del tallepuede a través de los velosuna hermosa adivinarse.Vase derecha al que aguarda,y él al encuentro le salediciendo…cuanto se dicenen las citas los amantes.Mas ella, galanteríasdejando severa aparte,así al mancebo interrumpeen voz decidida y grave:"Abreviemos de razones,Diego Martínez; mi padre,que un hombre ha entrado en su ausenciadentro mi aposento sabe,y así quien mancha mi honracon la suya me la lave;o dadme mano de esposo,o libre de vos dejadme."Miróla Diego Martínezatentamente un instante,y echando a su lado el embozorepuso palabras tales:"Dentro de un mes, Inés mía,parto a la guerra de Flandes;al año estaré de vueltay contigo en los altares.Honra que yo te desluzcacon honra mía se lave,que por honra vuelven honrahidalgos que en honra nacen.""Júralo", exclama la niña."Más que mi palabra valeno te valdrá un juramento.""Diego, la palabra es aire.""¡Vive Dios, que estás tenaz!Dalo por jurado y baste.""No me basta; que olvidarpuedes la palabra en Flandes.""¡Voto a Dios! ¿Qué más pretendes?""Que a los pies de aquella imagenlo jures como cristianodel Santo Cristo delante."Vaciló un punto Martínez.Mas porfiando que jurase,llevóle Inés hacia el temploque en medio la Vega yace.Enclavado en un madero,en duro y postrero trance,ceñida la sien de espinas,descolorido el semblante,víase allí un crucifijoteñido de negra sangrea quien Toledo devotaacude hoy en sus azares.Ante sus plantas divinasllegaron ambos amantes,y haciendo Inés que Martínezlos sagrados pies tocase,preguntóle"Diego, ¿jurasa tu vuelta desposarme?Contestó el mozo:"¡Sí juro!",y ambos del templo se salen.
III
Pasó un día y otro díaun mes y otro mes pasó,y un año pasado había,mas de Flandes no volvíaDiego, que a Flandes partió.Lloraba la bella Inésoraba un mes y otro messu vuelta aguardando en vano,del crucifijo a los piesdo puso el galán su mano.Todas las tardes veníadespués de traspuesto el sol,y a Dios llorando pedíala vuelta del español,y el español no volvía.Y siempre al anochecer,sin dueña y sin escudero,en un manto una mujerel campo salía a veral alto del Miradero.¡Ay del triste que consumesu existencia en esperar!¡Ay del triste que presumeque el duelo con que él se abrumeal ausente ha de pesar!La esperanza es de los cielospreciosos y funesto don,pues los amantes desveloscambian la esperanza en celosque abrasan el corazón.Si es cierto lo que se esperaes un consuelo en verdad;pero siendo una quimera,en tan frágil realidadquien espera desespera.Así Inés desesperabasin acabar de esperar,y su tez se marchitaba,y su llanto se secabapara volver a brotar.En vano a su confesorpidió remedio o consejopara aliviar su dolor,que mal se cura el amorcon las palabras de un viejo.En vano a Iván acudía,llorosa y desconsolada;el padre no respondía,que la lengua le teníasu propia deshonra atada.Y ambos maldicen su estrella,callando el padre severoy suspirando la bella,porque nació altanero.Dos años al fin pasaronen esperar y gemir,y las guerras acabaron,y los de Flandes tornarona sus tierras a vivir.Pasó un día y otro día,un mes y otro mes pasó,y el tercer año corría:Diego a Flandes se partió,mas de Flandes no volvía.Era una tarde serena,doraba el sol de Occidentedel Tajo la Vega amena,y apoyada en una almenamiraba Inés la corriente.Iban las tranquilas olaslas riberas azotandobajo las murallas solas,musgo, espigas y amapolasligeramente doblando.Algún olmo que escondidocreció entre la hierba blandasobre las aguas tendidose reflejaba perdidoen su cristalina banda.Y algún ruiseñor colgadoentre su fresca espesuradaba al aire embalsamadosu cántico regaladodesde la enramada oscura.Y algún pez con cien colores,tornasolada la escama,saltaba a besar las flores,que exhalan gratos oloresa las puntas de una rama.Y allá, en el trémulo fondo,el torreón se dibujacomo el contorno redondodel hueco sombrío y hondoque habita nocturna bruja.Así la niña llorabael rigor de su fortuna,y así la tarde pasabay al horizonte trepabala consoladora luna.A lo lejos, por el llano,en confuso remolino,vio de hombres tropel lejanoque en pardo polvo livianodejan envuelto el camino.Bajó Inés del torreón,y llegando recelosaa las puertas del Cambrón,sintió latir zozobrosamás inquieto el corazón.Tan galán como altanerodejó ver la escasa luzpor bajo el arco primeroun hidalgo caballeroen un caballo andaluz.Jubón negro acuchillado,banda azul, lazo en la hombreray sin pluma al diestro lado,el sombrero derribadotocando con la gorguera.Bombacho gris guarnecido,bota de ante, espuela de oro,hierro al cinto suspendidoy a una cadena prendidoagudo cuchillo moro.Vienen tras este jinetesobre potros jerezanosde lanceros hasta siete,y en adarga y coseletediez peones castellanos.Asióse a su estribo Inés,gritando: "¡Diego, eres tú!"Y él viéndola de través,dijo: "¡Voto a Belcebú,que no me acuerdo quién es!"Dio la triste un alaridotal respuesta al escuchar,y a poco perdió el sentido,sin que más voz ni gemidovolviera en tierra a exhalar.Frunciendo ambas dos cejasencomendóla a su gente,diciendo: "Malditas viejas,que a las mozas malamenteenloquecen con consejas!"Y aplicando el capitána su potro las espuelas,el rostro a Toledo dan,y a trote cruzando vanlas oscuras callejuelas.
IV
Así por sus altos finesdispone y permite el cieloque puedan mudar al hombrefortuna, poder y tiempo.A Flandes partió Martínezde soldado aventurero,y por su suerte y hazañasallí capitán le hicieron.Según alzaba en honoresalzábase en pensamientos,y tanto ayudó en la guerracon su valor y altos hechos,que el mismo rey a su vueltale armó en Madrid caballero,tomándole a su serviciopor capitán de lanceros.Y otro no fue que Martínezquien ha poco entró en Toledo,tan orgulloso y ufanocual salió humilde y pequeño.Ni es otro a quien se dirige,cobrado el conocimiento,la amorosa Inés de Vargas,que vive por él muriendo.Mas él, que olvidando todoolvidó su nombre mesmo,puesto que Diego Martínezes el capitán don Diego,ni se ablanda a sus cariciasni cura de sus lamentos,diciendo que son locurasde gente de poco seso:que ni él prometió casarseni pensó jamás en ello.¡Tanto mudan a los hombresfortuna, poder y tiempo!En vano porfía Inéscon amenazas y ruegos;cuanto más ella importunaestá Martínez severo.Abrazada a sus rodillas,enmarañado el cabello,la hermosa niña llorabaprosternada por el suelo.Mas todo empeño era inútil,porque el capitán don Diegono ha de ser Diego Martínez,como lo era en otro tiempo.Y así, llamando a su gente,de amor y piedad ajeno,mandóles que a Inés llevarande grado o de valimiento.Mas ella, antes que la asieran,cesando un punto en su duelo,así habló, el rostro llorosohacia Martínez volviendo:"Contigo se fue mi honra,conmigo tu juramento;pues buenas prendas son ambas,en buen fiel las pesaremos."Y la faz descoloridaen la mantilla envolviendo,a pasos desatentadossalióse del aposento.
V
Era entonces de Toledopor el rey, gobernador,el justiciero y valientedon Pedro Ruiz de Alarcón.Muchos años por su patriael buen viejo peleó;cercenado tiene un brazo,mas entero el corazón.La mesa tiene delante,los jueces en derredor,los corchetes a la puertay en la derecha el bastón.Está, como presidentedel tribunal superior,entre un dosel y una alfombra,reclinado en un sillón,escuchando con pacienciala casi asmática vozcon que un tétrico escribanosolfea una apelación.Los asistentes bostezanal murmullo arrullador;los jueces, medio dormidos,hacen pliegues al ropón;los escribanos repasansus pergaminos al sol,los corchetes a una mozaguiñan en un corredor,y abajo, en Zocodobergritan en discorde son,los que en el mercado venden,lo vendido y el valor.Una mujer en tal punto,en faz de grande aflicción,rojos de llorar los ojos,ronca de gemir la voz,suelto el caballo y el manto,tomó plaza en el salóndiciendo a gritos: "¡Justicia,jueces, justicia, señor!"Y a los pies se arroja humildede don Pedro de Alarcón,en tanto que los curiososse agitan alrededor.Alzóla cortés don Pedro,calmando la confusióny el tumultuoso murmulloque esta escena ocasionó,diciendo:"Mujer, ¿qué quieres?"Quiero justicia, señor.""¿De qué?""De una prenda hurtada.""¿Qué prenda?""Mi corazón.""¿Tú lo diste?""Lo presté.""¿Y no te le han vuelto?""No.""¿Tienes testigos?""Ninguno.""¿Y promesa?""¡Sí, por Dios!Que al partirse de Toledoun juramento empeñó.""¿Quién es él?""Diego Martínez.""¿Noble?""Y capitán, señor.""Presentadme al capitán,que cumplirá si juró."Quedó en silencio la sala,y a poco en el corredorse oyó de botas y espuelasel acompasado son.Un portero, levantandoel tapiz, en alta vozdijo: "El capitán don Diego."Y entró luego en el salónDiego Martínez, los ojosllenos de orgullo y furor."¿Sois el capitán don Diego--díjole don Pedro-- vos?"Contestó altivo y serenoDiego Martínez:"Yo soy.""¿Conocéis a esta muchacha?""Ha tres años, salvo error.""¿Hicísteisla juramentode ser su marido?"No.""¿Juráis no haberlo jurado?""Sí, juro.""Pues id con Dios.""¡Miente!", calmó Inés llorandode despecho y de rubor."Mujer, ¡piensa lo que dices……!""Digo que miente, juró.""¿Tienes testigos?""Ninguno.""Capitán, idos con Dios,y dispensad que acusadodudara de vuestro honor."Tornó Martínez la espalda,con brusca satisfacción,e Inés, que le vio partirse;resuelta y firme gritó:"Llamadle, tengo un testigo;llamadle otra vez, señor."Volvió el capitán don Diego,sentóse Ruiz de Alarcón,la multitud aquietósey la de Vargas siguió:"Tengo un testigo a quien nuncafaltó verdad ni razón.""¿Quién?""Un hombre que de lejosnuestras palabras oyó,mirándonos desde arriba.""¿Estaba en algún balcón?""No, que estaba en un supliciodonde ha tiempo que expiró.""¿Luego es muerto?""No, que vive,""Estáis loca, ¡vive Dios!¿Quién fue?""El Cristo de la Vega,a cuya faz perjuró."Pusiéronse en pie los juecesal nombre del Redentor,escuchando con asombrotan excelsa apelación.Reinó un profundo silenciode sorpresa y de pavor,y Diego bajó los ojosde vergüenza y confusión.Un instante con los juecesdon Pedro en secreto habló,y levantóse diciendocon respetuosa voz:"La ley es ley para todos;tu testigo es el mejor,mas para tales testigosno hay más tribunal que Dios.Haremos….. lo que sepamos.Escribano, al caer el solal Cristo que está en la Vegatomaréis declaración."
VI
Es una tarde serena,cuya luz tornasoladadel purpurino horizonteblandamente se derrama.Plácido aroma de floressus hojas plegando exhalan,y el céfiro entre perfumesmece las trémulas alas.Brillan abajo en el vallecon suave rumor las aguas,y las aves en la orilladespidiendo al día cantan.Allá por el Miraderopor el Cambrón y Bisagra,confuso tropel de gentedel Tajo a la Vega baja.Vienen delante don Pedrode Alarcón, Iván de Vargas,su hija Inés, los escribanos,los corchetes y los guardias;y detrás, monjes, hidalgos,mozas, chicos y canalla.Otra turba de curiososen la Vega les aguarda,cada cual comentariandoel caso según le cuadra.Entre ellos está Martínezen apostura bizarra,calzadas espuelas de oro,valona de encaje blanca,bigote a la borgoñesa,melena desmelenada,el sombrero guarnecidocon cuatro lazos de plata,un pie delante del otro,y el puño en el de la espada.Los plebeyos, de reojo,le miran de entre las capas,los chicos al uniformey las mozas a la cara.Llegado el gobernadory gente que le acompaña,entraron todos al claustroque iglesia y patio separa.Encendieron ante el Cristocuatro cirios y una lámparay de hinojos un momentole rezaron en voz baja.Está el Cristo de la Vegala cruz en tierra posada,los pies alzados del suelopoco menos de una vara;hacia la severa imagenun notario se adelantade modo que con el rostroal pecho santo llegaba.A un lado tiene a Martínez,a otro lado a Inés de Vargas,detrás al gobernadorcon sus jueces y sus guardias.Después de leer dos vecesla acusación entablada,el notario a Jesucristo,así demandó en voz alta:Jesús, Hijo de María,ante nos esta mañana,citado como testigopor boca de Inés de Vargas,¿juráis ser cierto que un díaa vuestras divinas plantasjuró a Inés Diego Martínezpor su mujer desposarla?Asida a un brazo desnudouna mano atarazadavino a posar en los autosla seca y hendida palma,y allá en los aires: "¡Sí, juro!"clamó una voz más que humana.Alzó la turba medrosala vista a la imagen santa…….Los labios tenía abiertosy una mano desclavada.
Conclusión
Las vanidades del mundorenunció allí mismo Inés,y espantado de sí propioDiego Martínez también.Los escribanos, temblandodieron de esta escena fe,firmando como testigoscuantos hubieron poder.Fundóse un aniversarioy una capilla con él,y don Pedro de Alarcónel altar ordenó hacer,donde hasta el tiempo que corre,y en cada año una vez,con la mano desclavadael crucifijo se ve.

jueves, 12 de febrero de 2009

el tren expreso

CANTO PRIMERO La noche IHabiéndome robado el albedríoun amor tan infausto como mío,ya recobrada la quietud y el seso,volvía de París en tren expreso.Y cuando estaba ajeno de cuidado,como un pobre viajero fatigado,para pasar bien cómoda la noche,muellemente acostado,al arrancar el tren, subió a mi coche,seguida de una anciana,una joven hermosa,alta, rubia, delgada y muy graciosa,digna de ser morena y sevillana. IILuego, a una voz de mando,por algún héroe de las artes dada,empezó el tren a trepidar, andandocon un trajín de fiera encadenada.Al dejar la estación, lanzó un gemidola máquina, que libre se veía,y corriendo al principio solapada,cual la sierpe que sale de su nido,ya, al claro resplandor de las estrellas,por los campos, rugiendo, parecíaun león con melena de centellas. IIICuando miraba atentoaquel tren que corría como el viento,con sonrisa impregnada de amargurame preguntó la joven con dulzura:-¿Sois español?-. Y a su armonioso acento,tan armonioso y puro que aun ahorael recordarlo sólo me embelesa,-Soy español- le dije -. ¿Y vos, señora?-Yo -dijo- soy francesa.-Podéis -le repliqué con arrogancia-la hermosura alabar de vuestro suelo;pues creo, como hay Dios, que es vuestra Franciaun país tan hermoso como el cielo.-Verdad que es el país de mis amoresel país del ingenio y de la guerra;pero, en cambio -me dijo-, es vuestra tierrala patria del honor y de las flores.No os podéis figurar cuánto me extrañaque, al ver sus resplandores,el sol de vuestra Españano tenga, como el de Asia, adoradores.Y después de halagarnos, obsequiosos,del patrio amor el puro sentimiento,entrambos nos quedamos silenciosos,como heridos de un mismo pensamiento. IVCaminar entre sombras es lo mismoque dar vueltas por sendas mal segurasen el fondo sin fondo de un abismo.Juntando a la verdad mil conjeturas,veía allá a lo lejos, desde el coche,agitarse sin fin cosas oscuras,y en torno cien especies de negrurastomadas de cien partes de la noche.¡Calor de fragua a un lado; al otro frío!¡Lamentos de la máquina, espantosos,que agregan el terror y el desvaríoa todos estos limbos misteriosos!...¡Las rocas, que parecen esqueletos!...¡Las nubes, con entrañas abrasadas!...¡Luces tristes! ¡Tinieblas alumbradas!...¡El horror que hace grandes los objetos!...¡Claridad espectral de la neblina!...¡Juegos de llama y humo indescriptibles!...¡Unos grupos de bruma blanquecinaesparcidos por dedos invisibles!¡Masas informes!... ¡Límites inciertos!...¡Montes que se hunden! ¡Árboles que crecen!¡Horizontes lejanos que parecenvagas costas del reino de los muertos!¡Sombra, humareda, confusión y nieblas!...¡Acá lo turbio..., allá lo indiscernible!...¡Y entre el humo del tren y las tinieblas,aquí una cosa negra, allí otra horrible! V¡Cosa rara! Entre tanto,al lado de mujer tan seductora,no podía dormir, siendo yo un santoque duerme, cuando no ama, a cualquier hora.Mil veces intenté quedar dormido,mas fue inútil empeño:admiraba a la joven, y es sabidoque a mí la admiración me quita el sueño.Yo estaba inquieto, y ella,sin echar sobre mí mirada alguna,abrió la ventanilla de su lado,y como un ser prendado de la luna,miró al cielo azulado,preguntó, por hablar, qué hora sería,y al ver correr cada fugaz estrella,-¡Ved un alma que pasa! -me decía. VI-¿Vais muy lejos? -con voz ya conmovidale pregunté a mi joven compañera.-¡Muy lejos -contestó-: voy decididaa morir a un lugar de la frontera!Y se quedó pensando en lo futuro,su mirada en el aire distraída,cual se mira en la noche un sitio oscurodonde fue una visión desvanecida.-¿No os habrá divertido-le repliqué galante—,la ciudad seductora,en donde todo amantedeja recuerdos y se trae olvido?-¿Lo traéis vos? -me dijo con tristeza.-Todo en París lo hace olvidar, señora,-le contesté-: la moda y la riqueza.Yo me vine a París desesperado,por no ver en Madrid a cierta ingrata.-Pues yo vine —exclamó-, y hallé casadoa un hombre ingrato a quien amé soltero.-Tengo un rencor -le dije- que me mata.-Yo una pena -me dijo- que me muero.Y al recuerdo infeliz de aquel ingrato,siendo su mente espejo de mi mente,quedándose en silencio un grande rato,pasó una larga historia por su frente.Como el tren no corría, que volaba,era tan vivo el viento, era tan frío,que el aire parecía que cortaba:así el lector no extrañará que, tierno,cuidase de su bien más que del mío;pues hacía un gran frío, tan gran frío,que echó al lobo del bosque aquel invierno,y cuando ella, doliente,con el cuerpo aterido,-¡Tengo frío! -me dijo dulcemente,con voz que, más que voz, era un balido,me acerqué a contemplar su hermosa frente,y os juro por el cieloque a aquel reflejo de la luz, escaso,la joven parecía hecha de raso,de nácar, de jazmín y terciopelo.Y creyendo invadidos por el hieloaquellos pies tan lindos,desdoblando mi manta zamorana,que tenía más borlas verde y granaque todos los cerezos y los guindosque en Zamora se crían,cual si fuese una madre cuidadosa,con la cabeza ya vertiginosa,le tapé aquellos pies, que bien podríanocultarse en el cáliz de una rosa. VII¡De la sombra y el fuego al claroscurobrotaban perspectivas espantosas,y me hacía el efecto de un conjuroal ver reverberar en cada murode la sombra las danzas misteriosas!...¡La joven, que acostada traslucía,con su aspecto ideal, su aire sencillo,y que, más que mujer, me parecíaun ángel de Rafael o de Murillo!¡Sus manos por las venas serpenteadas,que la fiebre abultaba y encendía,hermosas manos, que a tener cruzadaspor la oración habitual tendía!...¡Sus ojos, siempre abiertos, aunque a oscuras,mirando al mundo de las cosas puras!¡Su blanca faz de palidez cubierta!¡Aquel cuerpo a que daban sus posturasla celeste fijeza de una muerta!...¡Las fajas tenebrosasdel techo, que irradiaba tristementeaquella luz de cueva submarina,y esa continua sucesión de cosas,que así en el corazón como en la menteacaban por formar una neblina!...¡Del tren expreso la infernal balumba!...¡La claridad de cueva que salíadel techo de aquel coche, que teníala forma de la tapa de una tumba!...¡La visión triste y belladel sublime conciertode todo aquel sublime desconcierto,me hacían traslucir en torno de ellaalgo vivo rondando un algo muerto! VIIIDe pronto, atronadora,entre un humo que surcan llamaradas,despide la feroz locomotoraun torrente de notas aflautadas,para anunciar, al despuntar la aurora,una estación, que en feria convertíael vulgo con su eterna gritería,la cual, susurradora y esplendente,con las luces del gas brillaba enfrente,y al llegar, un gemidolanzado, prolongado y lastimero,el tren en la estación entró seguido,cual si entrase un reptil en su agujero. CANTO SEGUNDO El día IY continuando la infeliz historia,que aún vaga como un sueño en mi memoria,veo al fin, a la luz de la alborada,que el rubio de oro de su pelo brillacual la paja de trigo calcinadapor agosto en los campos de Castilla,y con semblante cariñoso y serio,y una expresión del todo religiosa,como llevando a cabo algún misterio,después de un -¡Ay Dios mío!-,me dijo señalando un cementerio:-¡Los que duermen allí no tienen frío! IIEl humo, en ondulante movimiento,dividiéndose a un lado y a otro lado,se tiende por el vientocual la crin de un caballo desbocado.Ayer era otra fauna, hoy otra flora;verdura y aridez, calor y frío;andar tantos kilómetros por horacausa al alma el mareo del vacío;pues salvando el abismo, el llano, el monte,con un ciego correr que al rayo excede,en loco desvarío,sucede un horizonte a otro horizonte,y una estación a otra estación sucede. IIIMás ciego cada vez por la hermosurade la mujer aquella,al fin la hablé con la mayor ternura,a pesar de mis muchos desengaños;porque al viajar en tren con una bellava, aunque un poco al azar y a la ventura,muy deprisa el amor a los treinta años.-¿Y adónde vais ahora?-pregunté a la viajera-.-Marcho, olvidada de mi amor primero-me respondió sincera-a esperar el olvido un año entero.-Pero... ¿y después -le pregunté-, señora?-Después... -me contestó- ¡lo que Dios quiera! IVY porque así sus penas distraía,las mías le conté con alegría,y un cuento amontoné sobre otro cuento,mientras ella, abstrayéndose, veíalas gradaciones de color que hacíala luz descomponiéndose en el viento.Y haciendo yo castillos en el aire,o, como dicen ellos, en España,le referí, no sé si con donaire,los cuentos que contó Mari-Castaña.En mis cuadros risueños,pintando mucho amor y mucha pena,como el que tiene la cabeza llenade heroínas francesas y de ensueños,había cada llamacapaz de poner fuego al mundo entero;y no faltaba nunca un caballeroque, por gustar solícito a su dama,le sirviese, siendo héroe, de escudero.Y ya de un nuevo amor en los umbrales,cual si fuese el aliento nuestro idioma,más bien que con la voz, con las señales,esta verdad tan grande como un templola convertí en axioma:que para dos que se aman tiernamente,ella y yo, por ejemplo,es cosa ya olvidada, por sabida,que un árbol, una piedra y una fuentepueden ser el edén de nuestra vida. VComo en amor es credo,o artículo de fe que yo proclamo,que en este mundo de pasión y olvido,o se oye conjugar el verbo ''te amo'',o la vida mejor no importa un bledo,aunque entonces, como a hombre arrepentido,el ver una mujer me daba miedo,más bien desesperado que atrevido,-Y un nuevo amor -le pregunté amoroso-,¿no os haría olvidar viejos amores? Mas ella, sin dar tregua a sus dolores,contestó con acento cariñoso:-La tierra está cansada de dar flores;necesito algún año de reposo. VIMarcha el tren tan seguido, tan seguido,como aquel que patina por el hielo,y en confusión extrañaparecen confundidos tierra y cielo,monte la nube, y nube la montaña,pues cruza de horizonte en horizontepor la cumbre y el llano,ya la cresta granítica de un monte,ya la elástica turba de un pantano,ya entrando por el huecode algún túnel que horada las montañas,a cada horrible gritoque lanzando va el tren, responde el eco,y hace vibrar los muros de granito,estremeciendo al mundo en sus entrañas,y dejando aquí un pozo, allí una sierra,nubes arriba, movimiento abajo,en laberinto tal, cuesta trabajocreer en la existencia de la tierra. VIILas cosas que miramosse vuelven hacia atrás en el instanteque nosotros pasamos,y conforme va el tren hacia adelante,parece que desandan lo que andamos;y a sus puestos volviéndose, huyen y huyenen raudo movimientolos postes del telégrafo clavadosen fila a los costados del camino,y como gota a gota, fluyen, fluyen,uno, dos, tres y cuatro, veinte y ciento,y formando confuso y cenicientoel humo con la luz un remolino,no distinguen los ojos deslumbradossi aquello es sueño, tromba o torbellino. VIII¡Oh, mil veces benditala inmensa fuerza de la mente humana,que así el ramblizo como el monte allana,y al mundo echando su nivel, lo mismolos picos de las rocas decapita,que levanta la tierra,formando un terraplén sobre un abismoque llena con pedazos de una sierra!¡Dignas son, ¡vive Dios!, estas hazañas,no conocidas antes,del poderoso anhelode los grandes gigantesque, en su ambición para escalar el cielo,un tiempo amontonaron las montañas! IXCorría en tanto el tren con tal premura,que el monte abandonó por la ladera,la colina dejó por la llanura,y la llanura, en fin, por la ribera;y al descender a un llano,sitio infeliz de la estación postrera,le dije con amor: -¿Sería en vanoque amaros pretendiera?¿Sería como un niño que quisieraalcanzar a la luna con la mano? Y contestó con lívido semblante:-No sé lo que seré más adelante,cuando ya soy vuestra mejor amiga.Yo me llamo Constancia, y soy constante;¿qué más queréis -me preguntó- que os diga?Y, bajando al andén, de angustia llena,con prudencia fingió que distraíasu inconsolable penacon la gente que entraba y que salía;pues la estación del pueblo parecíala loca dispersión de una colmena. XY, con dolor profundo,mirándome a la faz desencajada,cual mira a su doctor un moribundo,siguió: -Yo os juro, cual mujer honrada,que el hombre que me dio con tanto celoun poco de valor contra el engaño,o aquí me encontrará dentro de un año,o allí... -me dijo, señalando al cielo,y enjugando después con el pañueloalgo de espuma de color de rosaque asomaba a sus labios amarillos.El tren (cual la serpiente que, escamosa,queriendo hacer que marcha y no marchando,ni marcha ni reposa),mueve y remueve, ondeando y más ondeando,de su cuerpo flexible los anillos;y al tiempo en que ella y yo la mano alzando,volvimos, saludando, la cabeza,la máquina un incendio vomitando,grande en su horror y horrible en su belleza,el tren llevó hacia sí, pieza tras pieza,vibró con furia y lo arrastró silbando. CANTO TERCERO El crepúsculo ICuando un año después, hora por hora,hacia Francia volvía,echando alegre sobre el cuerpo míomi manta de alamares de Zamora,porque a un tiempo sentía,como el año anterior, día por día,mucho amor, mucho viento y mucho frío,al minuto final del año enteroa la cita acudí, cual caballeroque va alumbrado por su buena estrella;mas al llegar a la estación aquella,que no quiero nombrar... porque no quiero,una tos de ataúd sonó a mi lado,que salía del pecho de una ancianacon cara de dolor y negro traje.Me vio, gimió, lloró, corrió a mi lado,y echándome un papel por la ventana,-¡Tomad -me dijo-, y continuad el viaje!Y cual si fuese una hechicera vana,que, después de un conjuro en alta noche,quedase entre la sombra confundida,la mujer, más que vieja, envejecida,de mi presencia huyó con ligereza,cual niebla entre la luz desvanecida,al punto en que, llegando con presteza,echó por la ventana de mi cocheesta carta, tan llena de tristeza,que he leído más veces en mi vidaque cabellos contiene mi cabeza. II«Mi carta, que es feliz, pues va a buscaros,cuenta os dará de la memoria mía.Aquel fantasma soy que, por gustaros,jugó a estar viva a vuestro lado un día.»Cuando lleve esta carta a vuestro oídoel eco de mi amor y mis dolores,el cuerpo en que mi espíritu ha vividoya durmiendo estará bajo unas flores.»¡Por no dar fin a la ventura mía,la escribo larga..., casi interminable!...¡Mi agonía es la bárbara agoníadel que quiere evitar lo inevitable!...»Hundiéndose, al morir, sobre mi frenteel palacio ideal de mi quimera,de todo mi pasado, solamenteesta pena que os doy borrar quisiera.»Me rebelo a morir, pero es preciso...¡El triste vive, y el dichoso muere!...¡Cuando quise morir, Dios no lo quiso;hoy que quiero vivir, Dios no lo quiere!»¡Os amo, sí! Dejadme que, habladora,me repita esta voz tan repetida:que las cosas más íntimas ahorase escapen de mis labios con mi vida.»Hasta furiosa, a mí, que ya no existo,la idea de los celos importuna:¡Juradme que esos ojos que me han vistonunca el rostro verán de otra ninguna!»Y si aquella mujer de aquella historiavuelve a formar de nuevo vuestro encanto,aunque os ame, gemid en mi memoria,¡Yo os hubiera también amado tanto!»Mas tal vez allá arriba nos veremos,después de esta existencia pasajera,cuando los dos, como en el tren, lleguemosde vuestra vida a la estación postrera.»¡Ya me siento morir!... ¡El cielo os guarde!Cuidad, siempre que nazca o muera el día,de mirar al lucero de la tarde,esa estrella que siempre ha sido mía.»Pues yo desde ella os estaré mirando,y como el bien con la virtud se labra,para verme mejor, yo haré rezandoque Dios de par en par el cielo os abra.»¡Nunca olvidéis a esta infeliz amanteque os cita, cuando os deja, para el cielo!¡Si es verdad que me amasteis un instante,llorad, porque eso sirve de consuelo!...»¡Oh Padre de las almas pecadoras,conceded el perdón al alma mía!¡Amé mucho, Señor, y muchas horas;mas sufrí por más tiempo todavía!»¡Adiós, adiós! ¡Como hablo delirando,no sé decir lo que deciros quiero!¡Yo sólo sé de mí que estoy llorando,que sufro, que os amaba... y que me muero!» IIIAl ver de esta maneratrocado el curso de mi vida enteraen un sueño tan breve,de pronto se quedó, de negro que era,mi cabello más blanco que la nieve.De dolor traspasadopor la más grande heridaque a un corazón jamás ha destrozadoen la inmensa batalla de la vida,ahogado de tristeza,busqué a la mensajera envejecida;mas fue esperanza vana,pues lo mismo que un ciego deslumbradoni pude ver la ancianani respirar del aire la pureza,por más que abrí cien veces la ventana,decidido a tirarme de cabeza.Cuando, por fin, sintiéndome agobiadode mi desdicha al peso,y encerrado en el coche, maldecíacomo si fuese en el infierno preso,al año de venir, día por día,con mi grande inquietud y poco seso,sin alma y como inútil mercancía,me volvió hasta París el tren expreso.
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